En los últimos días los medios de comunicación con su estilo habitual han transformado el infarto de Augusto Pinochet en un escándalo público: se han dejado entrever dudas sobre su veracidad, se abre espacio al conflicto entre adherentes y críticos, se transforma un eventual funeral en un hecho político de proporciones y así suman y siguen, ¡humo y más humo!, que termina por nublar la mirada de muchos.
Como si fuera el fantasma de las navidades pasadas de pronto la figura de Pinochet se alza sacando a la luz las pasiones que todavía se arremolinan en el corazón de algunos de nosotros; no voy a analizar la reacción de sus partidarios porque nunca forme parte de ellos, pero si me interesa reflexionar sobre la reacción de los detractores porque eso si que lo fui.
Me da la impresión que las reacciones de los opositores a Pinochet se han dividido entre la indiferencia, una cierta solidaridad en el dolor humano, y finalmente alegría frente a una cierta forma de justicia que al fin llega, en este último caso en particular cualquiera de nosotros puede alzarse como un juez omnipotente y denunciarlos como “fariseos” políticos que hacen lo mismo que critican, o por el contrario justificar su reacción a la luz de los sufrimientos que experimentaron en el pasado.
Es evidente que frente al dolor de la tortura, el exilio y la muerte, no hay ser humano que quede indiferente, no hay creyente que no clame al cielo “…¿hasta cuando Dueño Santo y veraz vas a estar sin hacer justicia y sin tomar venganza por nuestra sangre ..? (Ap. 6, 10), ¿como entonces no interpretar este infarto que aqueja al general, sino como un mínimo ajuste de cuentas?, ¿Cómo no alegrase por la inminencia de la muerte de aquel que causó tanto dolor?
Avanzar en este razonamiento me obliga a abordar la distinción entre el ser humano y el rol social, entendiendo el rol como el “papel”, o el “personaje” que cada uno de nosotros interpreta en el escenario social, y que ejecuta mediante las conductas y opiniones que construimos al ejercer nuestra libertad esencial.
En mi perspectiva no es posible que un ser humano juzgue a otro, básicamente porque no tiene acceso al universo interior de su historia y realidad personal y por tanto a las intenciones que lo motivan, pero si se puede juzgar a un rol social, es decir si se pueden juzgar los efectos sociales de sus conductas y opiniones, en ese sentido no puedo juzgar al hombre Pinochet pero si al Dictador Pinochet y con la misma vara juzgar al Dictador Castro, y a todos los tiranuelos que existen en nuestros días.
En función de lo planteado, que podemos decir del “dictador”, bueno básicamente lo que podemos decir de cualquiera que ejerce el mando de una nación sin ningún contrapeso, primero que no aparece de la nada, es decir alguien lo llama, y alguien lo sostiene, segundo que independientemente del mecanismo que use para acceder al poder (el senado de Roma, las armas o la elección popular) siempre tratará de quedarse con el poder, tercero que al tener todo el poder, sus decisiones se amplificarán: así las buenas podrán ser muy buenas (como transformar la economía) y las malas muy malas (como eliminar a los consumidores), el dictador no es un rol de grises.
En este enfoque nos encontramos que los seres humanos no nacen dictadores, sino que ejerciendo su libertad – y por tanto su responsabilidad - aprenden a serlo, alguien los estimula, les enseña, los prepara, alguien les da soporte emocional e intelectual, alguien les confirma sus teorías (por acción o reacción), alguien se transforma en el enemigo a vencer por la fuerza y finalmente alguien los derroca.
El tema entonces es ¿quién es ese alguien que hace todo eso?, la respuesta es sencilla basta con buscar un espejo y mirar al responsable directo a los ojos porque eres tu, en verdad somos todos nosotros, nuestros padres y nuestros abuelos, ya que una dictadura finalmente, es un crimen de un pueblo contra si mismo.
Luego si bien en nombre de la justicia, y sin dudar, se requiere juzgar y sancionar las conductas penales y políticas de los participantes, de una manera proporcional a la capacidad de decisión y por tanto de responsabilidad que tuvieron en el momento de decidir, tengo que en mi corazón perdonar al culpable, porque ese culpable… soy yo.
Dr. Arturo Cárdenas F
3 comentarios:
Ojalá que todos nosotros podamos construir un mundo de Paz....
Que podamos ser un espejo de nuestra alma .....y que nos podamos mirar a los ojos sin dolores ni rensillas ...
Que logremos de corazón a ser tolerantes que es lo que mas cuesta
Para no alargar mucho mi comentario, sólo quiero decir, respecto a este análisis, que no me parece adecuado el otorgar el derecho a sufragio a los chilenos que viven en el exterior. Creo que una propuesta así se condice con respetar más una formalidad que el fondo del sufragio. Me parece que para poder ejercer ese derecho, la persona debe tener conciencia, la que se condice con tener directa relación y conocimiento de las circunstancias culturales, sociales, económicas y políticas existentes en el país.
Como otra cuestión, hay una respuesta del colectivo cristiano y progresista con la que concuerdo harto, la que se refiere al error del hombre de considerar su vida y a si mismo como un conjunto de sensaciones a experimentar. Me parece acertada esa respuesta, ya que parte de la "falta de orientación" de la sociedad y de quienes tienen el poder dice relación con proponer ideas tendientes a satisfacer las nuevas y tincadas sensaciones que el hombre desea, dejando de lado las directrices a priori que el ser como tal tiene.
Lo anterior respecto del tema "Análisis del escenario político social"
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