jueves, 21 de diciembre de 2006
Conclusiones Segundo encuentro de Cristianos y Progresistas
“A uno dio cinco talentos, a otro dos y a otro uno… ” Mt. 25, 15
El Colectivo Cristianos y Progresistas se reunió el sábado 16 para reflexionar y proyectar sus futuras líneas de acción, siempre de acuerdo a su compromiso enraizado en los principios y el ejemplo del Cristo que vino a servir y no a ser servido y en beneficio primordial de los pobres y sufrientes.
Entre los argumentos del análisis descollaron algunos de tanto interés como los siguientes:
El país está viviendo situaciones políticas y valóricas que marcan un punto de inflexión o ruptura: o se adopta un cambio profundo en la forma de hacer política, o se entra en un camino sin retorno.
Asombra y desorienta al país que el “caiga quien caiga” no se aplique rápida y oportunamente en al ámbito político, y que la norma sólo se vea realizada por el Ejército contra aquellos de sus filas, que violan sus principios de prescindencia.
La corrupción parece cruzar en forma transversal a la sociedad chilena y no sólo en el ámbito político. Las empresas fantasmas que estafan al fisco conviven, con las que cometen fraudes en el comercio exterior y con el ciudadano común y corriente que se jacta de su “viveza de chileno” para engañar, y sacar provecho.
Es paradojal que se trate con una mano política blanda a los acusados de graves conductas de corrupción, mientras se amenaza a quienes denuncian o reconocen en forma descarnada las corrupciones. Las reacciones frente al problema de fondo muestran más bien un acentuado cariz mediático y hasta de farandulización del problema.
Es profundamente peligroso que la sociedad pierda la confianza en las autoridades e instituciones del sistema democrático. El rechazo social puede llevar al “¡que se vayan todos!” visto hace pocos años en Argentina, y pavimentar el camino a los episodios de violencia que, según algunos autores, nuestra historia muestra en forma cíclica cada 40 años. ¿Estaremos, una vez más “incubando al monstruo”?
Es un hecho que de la dictadura heredamos no solo un modelo económico y un sistema binominal - que hoy usan moros y cristianos - sino también el secretismo, el individualismo y la corrupción; igualmente cierto es que la globalización nos ha permeado negativamente con ciertos intereses egoístas y deshumanizados de las grandes potencias, con su corrupción y con sus propios ciclos de violencia.
Frente a realidades como éstas, cabe preguntarse: ¿qué tipo de desarrollo queremos para nuestro país?, ¿basta con aumentar el ingreso per cápita aunque nos deterioremos moral y culturalmente?
Frente a la pregunta “¿qué queremos ser”, nuestro grupo da dos respuestas: una es el desarrollo de una matriz de principios y valores con la que elaborar nuestra doctrina, y de la que obtendremos propuestas a convertir en banderas de lucha política; la segunda es la incorporación de elementos de análisis a nuestra reflexión que nos permitan desarrollar nuestra ideología o sistema de ideas, para contextualizar y optimizar las intervenciones políticas que implementemos.
Lo anterior implica la necesidad de definir la estructura que el grupo adoptará, definiciones que se tomarán en el mes de marzo.
Comité Cristianos y Progresistas.
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
3 comentarios:
Muy interesantes las conclusiones.
Espero saquen provecho de esta instancia que han creado.
Saludos!
Interesante y apreciable trabajo el que realizan. Sin duda se ve mucha semilla que va a generar frutos. Seguimos atentos el desarrollo de Cristianos y Progresistas.
No puedo dejar de sentir que aqui hay un espacio de reserva moral y política que requiere Chile.
LA HORA DEL ASCO
Por Roberto Brodsky
Son una vergüenza. Dan asco. No exactamente los pinochetistas, de los
cuales cabe esperar homenajes y elegías, sino los otros. Da asco la
columna de Pato Navia ponderando en el diario La Tercera la obra
refundadora de un dictador cuyos delitos de sangre y venalidad han
sido ampliamente acreditados por la justicia internacional. Pero
también dan asco los panelistas de Tolerancia Cero que se muestran
implacables contra la corrupción de medio pelo, pero que evidencian
una tolerancia infinita para referirse a Pinochet con eufemismos y
pasitos de esgrima. Dan asco los noticieros, la propaganda militar, el
kitsch de la dictadura con sus viejos estandartes, recuerdos,
anécdotas de cómo nos enriquecimos mientras una parte de la población
permanecía en el exilio, en la cárcel, o atemorizada en sus casas. Así
cualquiera cambia el país, Navia; lo cambia y se lo roba. Así
cualquiera. Qué vergüenza. El especial de La Segunda a cargo de
Gonzalo Vial es un asco de principio a fin. Y los foros, con esos
panelistas aterrorizados de llamar dictador a un dictador, ladrón al
ladrón, terrorista a un promotor del terrorismo de Estado. Con
ecuánimes palomas quieren despedir al que los escupió en la cara.
¿A qué le tendrán miedo? ¿A quedarse sin pega? ¿A perder rating? Son
una vergüenza. Dan asco los especiales de prensa que El Mercurio y
Copesa echaron a la calle para historiar la muerte del militar más
sangriento de la historia de Chile, cómplice en los crímenes de sus
propios camaradas de armas y quien celebró como un ahorro fiscal el
hallazgo de dos y más cadáveres en un mismo ataúd cuando se revelaron
las tumbas clandestinas del régimen. ¿No se darán cuenta que al
hacerlo entonan loas al sentimiento de venganza? ¿Qué están
promoviendo una justificada patada en el culo cuando no un pistoletazo
cada vez que vuelven a humillar a esos familiares con sus crónicas de
alabanza? No, tienen que llorar para darse cuenta. Y en la Escuela
Militar, ¿acaso todavía no saben leer para informarse de que el último
comandante en jefe antes de Pinochet fue Carlos Prats, quien voló por
los aires con un bombazo digitado desde Chile? Honores de Comandante
en Jefe a un gorila golpista es cosa de asco, de vergüenza, pero así
es. ¿Qué país escondido revela la muerte de Pinochet? Da pánico
prestar atención a la incapacidad ya no política de los dirigentes
concertacionistas, sino simplemente cívica para deslindar el bien del
mal, como si no existiesen ya esas categorías: matar empata con
modernizar, torturar oponentes empata con exportar manzanas, gobernar
por el miedo empata con redactar una nueva Constitución.
¿De qué están hablando estos papeluchos del equilibrio? ¿Qué país es
éste que da asco leer la prensa, ver la tele, escuchar la radio? ¿Por
qué están todos de acuerdo en respetar la memoria penal de un tirano?
Qué asco, qué complejo arrastran para dejarle a la historia, es decir
a los otros, un juicio condenatorio que los tribunales escamotearon
una vez más, tal cómo Carlos Cerda tuvo de el buen criterio de señalar
en medio de la opereta funeraria.
Porque se trata de esto, finalmente. Augusto Pinochet falleció el 10
de diciembre en la más absoluta impunidad penal, y sólo Belisario
Velasco, vaya por donde, fue capaz de orientar a la opinión pública de
manera sintónica con los sentimientos de la gran mayoría, y si no, al
menos con los valores que se supone sostienen a una democracia:
respeto a las minorías, libertad de expresión, elección libre e
informada, transparencia y probidad en el gasto público. Pinochet
repitió de curso en todas estas materias de Estado, pero hete aquí que
el burro es homenajeado por testarudo. Vaya democracia la que nos legó
el cabrón. Un asco, una vergüenza para todos.
Contra lo que puedan pensar quienes todavía están leyendo esta
columna, la muerte de Pinochet no me alivia de nada. La pérdida no de
vidas, sino de nociones comunes para entenderse o disentir, es
irremontable, tal como lo hemos visto en estos días. Nada nos
devolverá lo extraviado bajo la bota. Recuerdo a un amigo que perdió a
su padre, fusilado en Calama por la Caravana de la Muerte, y me contó
su sentimiento de inutilidad cuando Pinochet quedó preso en Londres.
Los oponentes festejaban la medida, intercambiaban mails, alentaban la
extradición a España, pero él había quedado frío. Ni la horca que
colgó a Mussolini salvaba su distancia. Esto puede ser un argumento
para las columnas de Hermógenes a favor de la impunidad, pero no
importa: se lo regalo como la muerte del sapo. El resarcimiento es un
concepto judicial, no humano. Y el tema de Pinochet, que es el tema
del odio en Chile, trata de vidas humanas.
Qué quieren: soy nacido el 57, fui educado en una democracia
representativa, mi padre era comunista y me llevaba de la mano el año
63 a ver los actos de Frei Montalva para enseñarme a escuchar
opiniones distintas a la suya. A los 15 años se acabó la lección.
Pertenezco, según una encuesta publicada recientemente en La Tercera,
a ese minoritario 20 % de la población que sabe distinguir entre un
dictador y un presidente, un militar y un criminal, un hombre que
ladra y otro que piensa, un lamebotas y un liberal. Somos minoría en
el país, sin duda. Y a mucho orgullo. Presumo que para esa minoría no
es la hora de festejar ni de llorar la muerte de Pinochet. Es la hora
del asco, de la vergüenza. /
Publicar un comentario